Ver esta película me ha hecho rumiar la nostalgia de lo ido y lo memorable. Poco me importa la crítica que la ha fusilado, pues en estos días el fanatismo por los juegos de guerra es sensible, más si va asociado con el espíritu Americano. Fuera de esas banalidades, he disfrutado el filme.
Quizá muchos nos identificamos con ese mundo del heroísmo anónimo (satisfacción por escribir), con un blog de tecnologías que mis familiares desconocen por incompatibilidad, destinado a un grupo de visitantes que ignoran que tengo un segundo nombre y posiblemente ni siquiera el primero.
Si bien G. I. Joe nace con propósitos de hacer juguetes en versión masculina de Barbie y su larga trayectoria dispar viene desde la segunda guerra mundial, la película está basada en la serie “a real American hero”; esa que en la década de los ochenta nos entretenía por las tardes. En el fondo es una película para adultos que un día fueron menores, se cataloga para mayores de 12 años pero dudo que la puedan disfrutar de forma apasionada menores de 30.
El mundo ha cambiado mucho, para entender la película hay que recurrir a la wikipedia, o a la página de fans de Facebook, así de fácil, por la pasión de la historia o el alzheimer prematuro. Tampoco se pierde mucho del sentido original, compilada en un entorno geopolítico vigente, con innovaciones tecnológicas que son más lógicas que imaginarias. Tiene subliminales fumadas como la nanotecnología aplicada a la genética y milicia, la trigonometría espacial, efectos especiales y una trama que se nos va de control por el intento de asociar la adaptación del argumento con los bocetos simples de la tira que recordamos.
Lo mejor que nos trae es la nostalgia de lo que se fue, y esa sensación que la memoria sigue viva, como si hubiera sido ayer. Escuchar los nombres Duke, Destro, Hawk y storm shadow o ver los cuerpazos de la Baronesa y Scarlett nos recuerda esas tardes que con amigos departíamos topollillos en una pantalla de 15 pulgadas mientras bajaba el intenso calor para el partido de fútbol. Nos trae esa etapa cuando afuera retumbaba la guerra fría pero nosotros vivíamos en un mundo tan inocente como el GNU, esos amigos que poco vemos, dispersos cada uno en sus propios enredos.
- Aldo, ahora metido en su grupo de Rock, compone
- Checho, que también siguió la línea musical, canta
- Gerson, irreconocible en su mundo multimillonario
- Caranga, queriendo terminar su universidad, algún día
- Jonathan, ni siquiera dijo adiós en su último viaje a Irak
- Duc, aburriendo a sus alumnos en la cátedra de historia
- Juan, en sus legítimas preferencias sexuales
- Marvin, 20 años enviando remesas desde Chicago
- Y unos cuantos más que les perdimos la pista
Todos éramos iguales, en las buenas y generalmente en las malas, no ahora. Así son las historias, se reciclan entre la memoria de lo real y la trama de lo imaginario. Ayer los Transformers, anteayer Batman, el Hombre araña, posiblemente un día de estos ThunderCats, Mask o los Halcones Galácticos. También nuestros amigos actuales se dispersarán mañana, pero nos quedará el gusto de habernos reído juntos una, otra y otra vez hasta que el episodio nos vuelve obsoletos o la nueva versión desencanta.
G. I. Joe, memorable para quienes vivimos esa generación, para otros tan inverosímil como para gastar 3 minutos, lo sé, el tema es vano, como la mitad de este post, pero suculento como la dicha de haber tenido un día 13 años sin remordimientos.