Fue difícil convencer a los jefes en su momento; que el equipo a comprar debía ser asegurado contra robos, daños y accidentes. Es comprensible en una primera instancia, con preguntas como:
Si el equipo se lo donaremos luego al municipio ¿Porqué no mejor que ellos paguen el seguro?
¿Contra robos? ¿No le da esto posibilidades a nuestro personal para que lo den por perdedizo?
¿Contra accidentes? ¿Acaso es tan torpe nuestro personal?
¿Estamos listos para esto? Las aseguradoras nunca pierden.
El monto ni siquiera era mucho, en este país todavía se podía hacer por 200 dólares al año, nada mal para un equipo cuyo precio superaba los 8,000 dólares. Así que cada vez que salía con las maletas color naranja me recriminaban las brujas de administración:
«… allí va nuestro super técnico, con el super equipo, super asegurado…»
Hasta que pasó el primer incidente:
El primo del alcalde se levantó de mal genio, pasó a toda velocidad junto al parque y se llevó el trípode de encuentro. En este caso no tenía teodolito montado, así que el daño era apenas por lo que costaba el trípode, unos 400 dólares.
Entonces volvió mi pleito. El seguro no reconocía este daño por ser inferior al deducible, que usualmente era 10%.
-Se lo dije-, dijo mi jefa, con ojos de calamardo tempranero. -Las aseguradoras siempre salen ganando.
Ni modo, a cobrarle el trípode al alcalde. Por mientras los técnicos le hicieron un entablillado que deslucía la nitidez del amarillo brillante y más parecía un lisiado de Vietnam. Aunque la aseguradora estaba en una posición de querer acusar al culpable de terrorismo, porque no parecía un accidente sino un acto de venganza por estar haciendo el catastro con enfoque fiscal.
A los meses, llegó otro equipo con su reporte de daño. La aseguradora exigió que se enviara a la casa especializada.
Es impresionante, pero pareciera que la caída hizo que se bloqueara el giro, y en lugar de reportarlo la forzaron tanto que se rompió por dentro (eso me lo dijeron en confianza). Así que aquí era un accidente, pero seguido de una torpeza. Ante un daño total como ese, la aseguradora pagó el equipo nuevo… no sin antes pelear por que no lo enviaran a Estados Unidos para verificar que en efecto como decía el reporte de daño, estaba «hecho mierda».
Pasaron otros incidentes menores, con los que adquirimos experiencia, pero hubo uno que me pareció interesante. Me llamó el técnico reportando el accidente. Le respondí que inmediatamente buscara el juez de policía del municipio y que hiciera un acta del incidente para enviar a la aseguradora.
Admito que exagero un poco, pero el reporte del síndico era tan lírico que sonaba como esto:
Era Miércoles, un ardiente sol buscaba robar un furtivo beso al perezoso horizonte, que resignado por la tarde no hacía más que extender la espera en destellos tonos tundra y siena tostada. Su tonalidad naranja HEX #d46138 le daba un toque mágico al ocaso, los intempestivos rayos se filtraban por entre las ramas causando un toque melancólico en mi bronceado rostro, resultante de casi tres días levantando el sistema de alcantarillado del Municipio de San Marcos, en Santa Bárbara.
De repente, de uno de los potreros del costado izquierdo, que estaban ya en su segundo mes de crecimiento de pasto gallinaza, apareció un caballo color blanco cenizo, tirando como a gris, opaco en tanto, ni tanto; su ritmo ligero andante y tropel en compás 3/4 me sorprendió, no tuve tiempo más que proteger mi humanidad ante el arpegio discordante de tal escenario. Derribó la estación total y desapareció con la misma sensación con que vino: como rayo que sale al oriente y se pone al occidente, casi como la venida del hijo del hombre…
El aparato tocó tierra a los 8 segundos del contacto con el anca derecha del bóvido, el teclado rozó una piedra y desprendió la pieza F1 y luego se rajó ante una piedra caliza enterrada en un 89% del suelo, resultado del balastre sobre aquel suelo marrón que a mi parecer era lutita consolidada. Y allí me encontraba yo, atónito, mientras allá por la empalizada podía escuchar el relincho en Fa sostenido, lastimero como apesadumbrado por el no resarcible prejuicio causado…
La Epístola Paulina era más larga, y justo esa impresión me causó cuando la leí. Je, je.
La aseguradora envió el equipo ante el representante de la marca, y tras un par de minutos, sus cejas cayeron, se estiraron, se combaron y dijo esa inolvidable frase:
-¡Caballo en poeta topógrafo!
El poco tiempo que me queda esta tarde, extrañando la chica que alumbra mis ojos, detendremos la prosa para hacer honor al título del artículo.
5 Recomendaciones respecto al seguro de una estación total:
1. El primer paso luego de comprar una estación total, es asegurarla.
2. Establezca un reglamento de usos y cuidados, y entrene a su personal para respetarlo.
3. Enséñeles a hacer reportes de incidentes.
4. Conozca cómo funcionan las aseguradoras.
5. Rezar no está de más.
lo veo excelente
jajaj….Muy..pero muy bueno!
Jejeje
Compa que inspiración, pero así es eso… faltó la que se hizo mierda después que una jauría de perros fornicaron sobre ella en MAMCEPAZ