Volvamos al talento, matemos al genio y revivamos al hombre que frotó la lámpara, porque es mejor creer en el que tuvo la sencilla iniciativa que en el resultado de tres deseos que no nos costaron nada.
Este fue el tema de una de las conferencias a la que atendí en los días recientes. El enfoque era orientado al tema tecnológico, pero su esencia y el sabor que me dejó y el tiempo que tuve de rumiarlo en mis días de descanso es invaluable. Un encuentro con un musulmán en una mezquita de Londres y la experiencia con la historia de los Parachicos de Chiapa de Corzo me ha dado tiempo de pensar mucho en el tema.
Ya se ha filosofado bastante sobre el asunto del genio y el talento, para ello conviene si no se ha leído masticar con pausa el sabor del libro El Hombre Mediocre. Esto, para identificar la diferencia de quien hace innovaciones porque está en su naturaleza y quien después de ver lo que existe reinventa nuevas maneras de que sean más sostenibles.
La semana pasada hemos dado pasos importantes sobre la viabilidad de un modelo de sostenibilidad para el catastro municipal y mancomunado. Vaya que es necesario, en un rubro en que ya las cosas –en su mayoría– están dadas, pero en el que se invierte millones cada cuatro, seis o diez años en un círculo vicioso de pensar que el catastro siempre hay que volverlo a hacer de nuevo. El ejercicio de los últimos cuatro años me ha llevado por un interesante proceso de reciclaje de lo existente y experimento con nuevos talentos de chicos (y chicas) que aspiran hacer carrera en esta temática. De lo que pretendía este año escribí hace exactamente once meses, y la naturaleza del humano ha hecho que en el camino queden algunos, que replanteemos las expectativas, que demos una última oportunidad y que incluyamos a otros que considerábamos fuera de contexto.
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-Si sabemos que el combustible fósil está acabando a nuestro planeta, ¿Porqué los poemas de las potencias no se enfocan para revertir su uso? ¿Porqué Estados Unidos no se atreve a participar activamente en la iniciativa de Kioto?
-Si sabemos que el planeta tiene los días contados, ¿Porqué las grandes instancias de concertación mundial que hemos creado son incapaces de actuar? ¿Porqué una persona es capaz de provocar una guerra y luego nos culpa a todos de no poderla terminar?
-¿Porqué los intereses económicos han ahogado la genialidad de ideas que le darían a este mundo 200 años más?
-¿Porqué nadie puede hacer nada con un idiota que hace lo que quiere en aquel país olvidado de Dios? ¿Cómo lo llevamos allí creyéndole el idilio que acabaría la corrupción?
El talento, cuya raíz etimológica nace de aquella moneda en el contexto judío y que fue eternizada en la parábola de Mateo 25, no precisa necesariamente la reinvención del mundo en formato Ubuntu. Más bien en la reingeniería de las cosas ya existentes; definitivamente lo que ocupamos es buscar una mejor forma de aprovechar lo que ya tenemos y revisar si muchas cosas que aceptamos como útiles están teniendo su impacto.
Como ejemplo escueto; vivo en un país –que se parece a muchos– donde cada cinco cuadras hay una iglesia evangélica, donde el 25% de su población profesa fe protestante que sumada la iglesia católica y otras religiones de fe cristianas superan el 90%. Lo que significa que casi el 100% confiesa creer en principios que son correctos y donde se cree que un ateo poco puede aportar a nuestros valores morales.
Pero en este mismo país, su impacto en la sociedad es nulo, por no decir negativo. Esto, porque mientras las estadísticas de las confesiones religiosas manifiestan haber experimentado un alto crecimiento en las últimas décadas, el país sigue cayendo a los últimos niveles de pobreza, corrupción, narcotráfico, inseguridad y demás apelativos de subdesarrollo. Soy consciente, que no es lo mismo confesar una religión que vivir en base a esos principios. Pero también todos entendemos que es necesario volver al talento humano, revisar si realmente tiene sentido seguir haciendo el pastel de la misma manera y con pensamientos tan sectarios. Si los dos millones de personas que un domingo por la mañana están aplaudiendo en una iglesia juntaran sus esfuerzos para, de manera abierta revisar el impacto que están teniendo, seguro sacarían conclusiones firmes; no de cambiar sus principios pero sí de renovar estrategias.
Tan dañino es echarle la culpa al diablo y no actuar, como ignorar que algo más grande que nosotros existe allá afuera –y aquí dentro-. Seguro hay necesidad de escarbar (aquí dentro) y revisar si estamos haciendo producir el talento en todo su potencial (allá afuera). Debe haber forma de deshacernos de esta pacotilla de políticos que deciden por todos nosotros como robarse nuestra plata.
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Mientras eso pasa, quiero aprovechar este anonimato para agradecerle a 3 técnicos sin cuya voluntad y capacidad no hubiera sido posible revivir el ingenio de 9 chicos y 5 chicas que por toda una vida les estarán agradecidos. Con esta pequeña semilla, en 10 años, cuatro de ellos (o ellas) se dedicarán a cuidar sus bebés, el resto estarán cosechando logros que nosotros ni siquiera aspiramos. Cada uno a las 7 PM de un viernes de café con rosquillas se reirá de los castigos de don F! con su cierre catastral hasta la media noche, de las arrechuras de W! cuando no le paran bola, de las amenazas de don M!, y quien sabe, quizá de este poema de don G!