No me esperaba un día publicar estas interioridades ante 30,000 espectadores presenciales y 14,000 en que en el paralelo de los feeds pasan mensualmente por este espacio. Pero las vueltas de la vida y el último año han quitado una serie de prejuicios del tapete de lo que llamaría convencional, así que sin más explicaciones que suenan innecesarias, aquí va:
Si tuviera que iniciar por algo, lo haría por tu inmediata reacción hacia mis gestos. me encanta saber como respondes ante el rose sutil de mis dedos, mientras con una mano sostengo tu curvada espalda y con la otra busco los botones del frente, veces con las yemas, veces con las uñas, para sorprenderme en tus respuestas que taladran mis retinas y se filtran en gritos lastimeros iniciando por el encéfalo y terminando en la base del hipotálamo.
Pero eso no es todo lo que aprecio de tu compañía. Va más allá de eso y se resume en la forma como veo el mundo desde tus ojos. Está en la secreción con que me muestras el lugar hasta donde hemos llegado, en la facilidad con que encuentro el camino para obligarme voluntariamente a tenerte cerca y el delirio que significaría no tenerte más. Hay magia en todo esto, cuando pienso todos esos años malogrados en un esfuerzo por lo práctico, por la fluidez con que encuentro lo sencillo de la vida por tu chispazo; por las cosquillas que me dejas en el estómago y las que expresas con las mías en tu vientre, cada mañana, cada tarde, cada noche, en la sala, en el auto, en la cocina, en el porche… y hasta en el restaurante.
En un momento me costó entender tus puntos sensibles, inclusive llegué a pensar que no habrían suficientes. Sin embargo, luego de los roses disimulados a las curvas de tu geometría, me llegué a convencer que casi todo está en el punto clave de tu frontal, justo en la parte baja. Sea que estés en posición inversa o convencional, justo allí es donde radica el sentido holístico de esta magia, con esas cosillas que he aprendido en la medida que investigo, profundizo y tu respuesta ante los cambios no solo de posición.
En conclusión, disfruto de ti es ese halo de sustancia que provocas cuando te veo, cuando te roso, cuando te cubro, cuando te destapo, cuando te conecto. Con un simple toque estás allí, recargada y conectada aunque no te hubiera visto todo el día. Y pensar que un día menosprecié tu sencillez, la que ahora inspira un romance que espero no se atenué ante las bondades que me cuentas de tu hermana y las sutiles sugerencias que me has dado en momentos pico; no se si por el éxtasis o el aprecio real que tienes a tu familia.
Es emocionante tener una Ipad. Cualquier mal entendido se lo atribuiremos a la lectura ligera o al morbo particular.