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Retro 286

En el mundo están ocurriendo cosas increíbles –le decía a Úrsula-. Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros. (Cien años de Soledad)

Eran años cuando cursaba el bachillerato, que un ingeniero nicaragüense llevó a la bodega del proyecto una 286, con un monitor monocromático de 15 pulgadas.  Recuerdo haberme quedado pasmado de ver como el kardex podía llevarse en una pantalla de letras verdes que saludaba con un nombre Foxbase, con persianas que cambiaban de tono en respuesta al teclado –no había mouse-.  Luego pude ver que mis errores manuales se podían encontrar con facilidad, pues el inventario se lanzaba en casi un clic, y solo debía comparar las salidas en cada día para encontrar cual requisición se fue errada… todo con un comando maravilloso llamado "do inventary".

 

No es para usted– me dijo Villavicencio, que era su apellido.  Es para Jorge.  Quien era jefe de bodega y planillas; un tipo algo letrado que por los garabatos que escribía parecía haber aprendido de los Egipcios, bueno en sus intenciones y a quien de cariño le llamaban Barba Juca.

 

Aquel aparato me causó tanta curiosidad, que terminé en ratos de soledad metiéndome a las diferentes rutinas que habían sido construidas en un menú de letras desde un panel que se abría sin siquiera mostrar la consola del DOS.  No era muy consciente de para qué servían algunos programas, muchos de ellos utilitarios, razón por la que se me prohibió tocar el aparato seguro por mis travesuras haciendo cambios en el modo Browse para ver si era dinámica la actualización de los formularios.

De eso ya hace un montón de años, aunque poco ha cambiado mi manía por saber que novedoso puede haber en un juguete tecnológico que no han tocado mis dedos.  Debe estar en la sangre.  Cuando miro esta foto, que muestra la primera computadora (Una Pentium MMX) que tuve a mi alcance con el fruto de mis desvelos me trae una mezcla de nostalgia y satisfacción por cómo disfruté aquellos días… de allí la soltura de este post no estilizado, no concluyente.

La chica que alumbra mis ojos dice que en esa fotografía hay magia.  Para entonces mi hijo era el alma de la familia, un peloncete de 54 centímetros de altura, que iba y venía enredándose en el cable de modem que yo atravesaba para conectarme a Internet con el teléfono de la sala.  En esa simple foto estaban concentradas las pasiones de mi vida, mi hijo, la lapicera que mi esposa me regaló, el escritorio usado que compramos y el instrumento con el que amorticé la hipoteca de mi casa durante un tiempo en que el sueldo era insuficiente.

Así es la vida de cambiante.  Así son las tecnologías de obsolescentes.  Quien pensaría que terminaría dedicando buena parte de mi tiempo libre a escribir de lo que pasa en este entorno.  Y con lo que ha evolucionado esto, aún siento manías por pasarme en los próximos dos años… por estilo a Mac, por principios a Ubuntu, por convicción a software OSGeo… ya veremos.

Si… varias cosas han cambiado:  de SAICIC me pasé a Neodata, de AutoCAD a Microstation, de Homestead a WordPress, del escritorio a la Ipad, del disco duro a Dropbox, de los 64 kbps a 3G, mi hijo dejó de ser único al llegar la beba… varias cosas han cambiado, excepto la chica que sigue alumbrando mis ojos 14 años después, renovando mi escritorio para que haga armonía con sus detalles y mi hijo que se la pasa inventando como modificar texturas y efectos en juegos emulados.

Buenos tiempos.  Dichosos nosotros que pudimos ver tanto cambio, adaptarnos y disfrutar de estas criaturas que nos cambiaron los estereotipos que teníamos del matrimonio.

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