Hace más de 35 años (ya hace mucho), se me dio la oportunidad de participar en una competencia bastante interesante. Había solo una plaza por alcanzar, y solo quien lo hiciera mejor podría tomarlo. Recuerdo que tuve tantos competidores como he visto, muchos de ellos mejor formados, más veloces, más astutos, más maliciosos y varios inclusive con mejores destrezas que yo.
La lucha no fue corta, la competencia ardua, debí hacer un recorrido muy largo para mi condición, mi inocencia no podía ser más ingenua ante los celos profesionales y personales que tenían los otros. Recuerdo haber tenido que romper la barrera del cansancio y dolor, sacar fuerzas de donde ya no habían mientras otros debieron retirarse o sentarse un momento a tomar un descanso. Otros tomaron rutas equivocadas, perdieron su olfato, instinto. Otros ni siquiera los pude escuchar, quedaron aplastados en medio del tropel de los más fuertes.
Finalmente, resumiéndoles lo difícil que fue, tuve la oportunidad de ganar.
Esa es la historia de mi vida.
Si tuve la oportunidad de ganar la primera carrera de mi vida, cuando apenas medía 6 micrones, tenía un primitivo instinto y una cola muy parecida a las de los demás. Debo creer que puedo ser capaz de tener muchos más éxitos ahora que tengo oportunidad de decidir, de pensar, de amar, de consultar, de confiar.
Si, es la historia de mi vida. y la tuya.
Somos diferentes, creemos en reglas diferentes, nuestras costumbres y creencias filosóficas o religiosas difieren diametralmente. Ustedes aman Windows, yo lo odio, me gusta viajar, algunos no lo disfrutan, amo mis hijos, algunos de ustedes no quisieran tenerlos. Sufrimos diferentes, yo desde el teclado, ustedes desde el monitor, yo escribo y ustedes leen, yo aprendo temas básicos y a ustedes les parece infantil.
Pero en algo somos tan iguales, hace exactamente la edad de nuestros días y nueve meses fuimos ganadores.
Deberíamos vivir como tal.
Es la historia de tu vida.