Holanda sigue siendo el punto de referencia de varios eventos en el sector tecnológico, pero antes de sumergirme en algunos asuntos por los que me pica escribir, al igual que las últimas veces de mis viajes quiero soltar algo de prosa consciente que me esperan largas horas en el vuelo que de regreso, cuesta más porque el giro de la tierra traiciona al avión. También porque arriba no podré escribir pues el sueño no sabe si venir o ir cuando estás a mitad del camino, mientras en Ámsterdam son las 5 de la tarde, en Houston son las 10 de la mañana; sumado la poco creíble ironía de haber salido a las 10 am cuando en el destino eran las 3 de la madrugada. Tremenda confusión datos raw para el gps que llevamos dentro.
Soltaré este artículo con algo más que una doble intención, aunque con la generalidad de informar porque supongo habrá quienes desde este lado apenas saben de Holanda: que allí está La Haya donde juzgan nuestros líos internacionales, que su cultura mantiene íconos inconfundibles como los zapatos de madera y sus molinos de viento. Otros más fanáticos de la historia sabrán apenas que Ruud Gullit jugó en la naranja mecánica y más de alguno ha escuchado su costumbre por la tolerancia, mal contado por los estudiantes de intercambio que traen de recuerdo al menos tres razones porqué irían allá a hacer su maestría:
Por los exquisitos museos, Entre ellos el museo de la cerveza Heineken, bebida que se consume como si fuera agua, incluida la recomendación médica de 8 vasos diarios por salud. | |
Por el espectáculo de la iluminación nocturna, incluidas las rojas de los prostíbulos, con las chicas en las vitrinas, actividad que es lícita. Sugiere una campaña de la oficina de turismo que si fuiste a Holanda y no consumiste lo que produce, mejor no cuentes que fuiste. | |
Por el buen gusto de un cafecito, muy frecuentes por todo Ámsterdam, donde sirven un café con un piqué de marihuana, que también se consume de manera lícita. |
Pero tener una idea del contexto Holandés ocupa algo más que un tour por los molinos históricos, los plantíos floridos de tulipanes o el ahora también espectacular plantío de molinos eólicos que están por todas partes. Así que para no pecar de simplista, advierto que esto es apenas mi percepción desde un punto de vista particular; a la mitad del cafecito… si no están de acuerdo cada quién va allá y lo comprueba por su cuenta.
Los diarios están justo allí, para que el que pasa le eche una mirada a los titulares; y pese que nada debería asustarles, iteran en el escándalo de Berlusconi. Dicen que las tres x de la bandera oficial podrían significar su tolerancia a las formas de vida, que obviamente chocan con nuestro contexto aunque somos conscientes que la paternidad irresponsable, corrupción y desigualdad social son acciones de nuestro entorno casi aceptados como lícitos; ellos también así lo consideran cuando se refieren a nosotros.
Sin embargo aunque de manera casi religiosa pregonan el no racismo, no necesariamente lo practican en el contexto cultural. Poco les importa la orientación sexual que tome su hijo, pero que no se vaya a juntar con marroquíes a la salida del colegio. De modo que es probable escuchar frases como:
-No soy racista, pero le tengo miedo a los polacos y no soporto a los marroquíes…
-Hijos, nosotros no somos racistas, pero a ellos no les aceptamos porque causan daño a nuestra sociedad…
Y es que así somos los seres humanos. Tan diferentes a medida que el UTM cambia de zona, nuestros prototipos respecto a como debería funcionar la familia, las relaciones sociales o el espíritu de superación son diversos. Seguro más de alguna vez he debido verme cursi por disfrutar mis hijos al estilo mesoamericano, más ahora que por primera vez he mostrado egeomate.com a un público de habla no hispana.
Quizá en donde más diferimos es en la demostración de afecto familiar, sus relaciones familiares son frías, no porque sea malo, sino porque es otro ambiente. Algo de esto lo vemos también en algunos de nuestros países, pero no es la generalidad. La segunda maestría o necesidad de hacer algo de dinero los tiene desinteresados que nazcan los hijos, aquí nos da pesar que se case nuestra hija de 26 años, allá están apurados por que se vaya rápido.
-Ya sabe mi mejor consejo hija: use condón, no me interesan sus asuntos, siempre que no traiga aquí un mono antes que el título.
No hay hijos, si hubieron no cuentan, ni contamos para ellos porque igual nos devuelven el mensaje. Así que ojo con el perro, porque seguro es el heredero único.
Claro que las normas de lealtad son a su estilo, justas. Si tu hijo trabajó en un restaurante y su jefe no le paga porque tiene problemas y se va ir a la quiebra, por 80 Euros no lo llevas a corte, pero te vas a comer al restaurante con tu familia y no le pagas al hombre… arguyendo que lo harás en unos meses, cuando le pague a tu hijo. También los hijos devuelven lealtad, casi igual pero no en sentido equivalente; nuestro concepto de asilo es de ancianos abandonados en nuestras ciudades hispanas, tratando de vender manualidades por la malla que da a la vía pública, igual lo son ellos, con la diferencia que tienen una vida de atenciones con la plata que el estado les debe regresar por cotizar mientras aportaban a la sociedad… cuestionable para nosotros, pero preferible cuando recordamos que muchos de nuestros longevos se consumen en enfermedades complicadas, solos, cuidando nietos y sin las condiciones necesarias que no somos capaces de darles.
Hago una pausa para aclarar que no estoy prejuiciado con los holandeses, ni con nuestras costumbres hispanas. Solo pongo ejemplos por la diferencia de contexto.
Pero la amistad al calor de un buen café es amena, reencontrarse en Leidseplein una pareja de paisanos adaptados a ese entorno luego de 18 años es interesante. Aunque a medida que abrazan aquella cultura aceptan que no volverían a este país de #%@#9… (delincuencia), por la misma costumbre europea de solo leer los titulares; y más si nuestra prensa adolece de educación y vive de las noticias amarillistas del crimen organizado y violación de los derechos humanos, sumado a los pocos esfuerzos de nuestros políticos de #%@#9… (no todos pero casi todos) por hacer cosas sostenibles o al menos dar una mejor imagen cuando son embajadores allá.
En el fondo son como nosotros, humanos. Admirables por el orden que tienen en el apego a reglas que les ha tomado años construir, como el sistema vial de Ámsterdam, con un entramado complejo de metro, vehículos particulares, rutas para ciclistas, trenes y vías navegables. Sus preocupaciones son las mismas nuestras, pero con evidencias diferentes: allá nadie presume como aquí de una camioneta gigantesca, que en algunos extremos se le conoce como el tercer testículo. No, usan un carro compacto, para adultos la lancha (en decadencia) y en auge la motoneta: aunque lo indispensable es la bicicleta. El precio no importa, eso sí, con un pedazo de candado que vale más que la misma, si no quieres que te la roben y acabe tirada en un canal.
La sociedad es más justa en muchos sentidos, aunque con todo, son como nosotros, no pierden la falsedad: Odias a los polacos porque se les asocia con delincuencia, pero aceptas que tu sobrino te consiga por 15 Euros unos audífonos para iPhone que vale 60 en la tienda. Inclusive aplaudirían su astucia y toleran que no confiese la fuente como parte de su privacidad.
No hay robo descarado, pero es tan fino que te pueden sacar la billetera en un rose nítidamente planificado. No lo denuncias porque es una pérdida accidental, extremo al nuestro que con el narcotráfico y crimen organizado nos tiene el grito en el cielo. Allá puedes caminar horas con tu iPad en la mano y en la generalidad las personas no te harían un daño, porque el tiempo y la ley les ha hecho madurar. Las triquiñuelas son en otro nivel; temen a la ley porque saben que orinarse en la calle les puede costar 200 Euros, pero una vez que caen presos pueden hacerle la vida de cuadros a la policía en una sola noche. Pedirle agua al guardia cada 5 minutos, si te la niega él podría ir preso un mes; cuando ya está cansado el guardia le dices que quieres orinar, si el guardia no se apura te orinas dentro y ahora éste no solo tendrá que defender una acusación por negligencia sino también limpiar la cochinada. Y cuando estás en la corte, que es al día siguiente…
-Señor juez, soy un ciudadano honesto, no le hago daño a nadie, lamento haber cometido esta falta sin embargo no estoy dispuesto a pagar los 200 Euros, porque creo que serían más útiles 32 horas de mi tiempo sirviendo a personas necesitadas en un hospital.
Así que sí, los años, las multas y la disciplina institucional hacen que la gente respete la ley. Aunque igual ves a alguien manejando en bicicleta con una mano y hablando por teléfono con la otra, o una chica con su perro en la canasta delantera que solo es que haga un mal movimiento y se enrede la cola en los rayos de la llanta delantera para quedar molidos en medio de un caos vial.
Así somos los humanos, diferentes. Así es la impresión que tengo de ellos, en la calle todo marcha a prisa, el tren, el metro, el taxi, los años, todo.
Excepto en un café, donde el tiempo misteriosamente se detiene. Nadie tiene urgencia por terminar la conversación. Nadie. Al grado que me he podido tomar un café, un extraño sándwich con huevo, escribir mi artículo y justo cuando me iba el mesero vio mi identificador, después de hacer un par de forzados intentos pudo pronunciarlo e interpretarlo.
-Gofuma, Geofoma, Geofumadas!
Y me invitó otro cafecito, cortesía de la casa.