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Casi la última carta a mis colaboradores… no me fui

Justo hoy hace diez días, como ustedes saben, dejé de firmar los trámites relacionados con un proyecto que me tuvo ocupado e inspirado durante siete años.  Seguro se habrán quedado esperando una explicación, pues apenas un par de personas muy cercanas los supieron unos días antes, pese que estaba planificado desde el día que decidí que no perdería mi inspiración.  Estaba esperando la noche tranquila de un hotel y la decisión de, si quitaba o dejaba un par de líneas del escrito.

Así es, ya no coordinaré el mando, y mis opiniones apenas serán sugerencias de buena intención.  Alguien más tomará el reto que viene por evolucionar la etapa del proceso, sin perder la óptica por lo que funciona, ni la paciencia por las cosas sencillas que no funcionan más que para afectar el ánimo de quien está en campo dando el pecho con honor.

Me siento satisfecho de haber construido desde cero con ustedes un modelo de fortalecimiento basado en la gestión mancomunada, en el que los héroes del negocio no somos los ideólogos geofumados sino las personas comunes y corrientes que hacen tareas cotidianas cada día, porque les apasiona.   Es para mi un privilegio haber aprendido de tres tipos, que me enseñaron que sabían reinventar sus conocimientos a un esquema que inició en la servilleta de un restaurante, y que se alimentó de la disciplina de quienes quizá no entendían al inicio su dimensión, porque no busca que todos sean expertos sino que hagan lo que les corresponde más el aporte complementario de tíos y tías que solo se merecen mi respeto por saber compaginar lo que saben hacer de manera magistral.

Las impresiones de 300 usuarios de dos continentes en mi último webinar no son coincidentes con la forma como me vieron la primera vez que lo planteé hace 7 años, sobre todo porque mucho de cómo funcionaría lo desarrollamos pensando en voz alta en carretera abierta, con gente que más que mis cómplices a esta altura llegaron a ser «mis amigos».  Pero lo impresionante del asunto es que no es algo impresionante, pues no parte de ideas innovadoras, apenas de la realización de rutinas obvias:

  • Sacar de 230 técnicos de contratación temporal una generación de 16 a quienes recomendaría con los ojos cerrados, hasta con una constancia para la embajada americana.  Pese que me fallaron una vez, porque me decepcionaron en la segunda, pero a quienes les daría una tercera oportunidad porque un día los tuve en frente, y sé exactamente lo que vi en sus ojos aquella tarde en el Valle de Quimistán.
  • Hacer que un experto en implementación de catastro enseñe todo lo que conoce, sabiendo que un día prescindiría de él; pero convencido que le fiché por su capacidad de hacer clones con justo su estatura.
  • Convertir un simple técnico campo en un conductor metodológico que puede estar pendiente de 20 municipios al mismo tiempo, a cargo de chicos que se formaron hace apenas un par de años; que maduró al grado de confiar en ellos solo porque él mismo les enseñó a  usar desde un navegador Garmin hasta crear una grilla de coordenadas UTM.
  • Romper el tabú que una mujer bonita no puede ser consultora de catastro con las mismas capacidades que un hombre; que puede liderar un equipo de léperos de campo que se la comerían enterita, pero que no lo hacen porque se ganó el respeto en su arte de nivelar la estación total en 53 segundos, sin perder la feminidad de su cheto; que se parte la tarde en un cabildo abierto presentando los valores catastrales del nuevo quinquenio y por la noche recupera la dulzura de verse al espejo y sentirse especial para esa persona a quien decidió amar.
  • Encontrar personas que no son gente de catastro, pero que en la medida que me oían hablar de parcelas traducían el método a procesos administrativos, financieros, gerenciales… ha sido de lo mejor; no porque fuéramos un lujo juntos, sino porque en los errores de los demás encontrábamos nuestras fortalezas para complementarnos.
  • Convencer a los municipios que la mancomunidad puede asumir los roles de catastro, y que los alcaldes pueden destinar un recurso de los ingresos que reciben en una inyección anual para que el catastro sea una acción cotidiana que produce desarrollo.
  • Convencerme por teléfono que quien está al otro lado de la línea es la persona que complementará mis más fumadas ideas; que sabe que tiene 15 años más experiencia que yo, pero que en la única manera de serme fiel se rebajaría a la sencillez de admirar mis disparates, por la simple curiosidad por saber si de este lado del canabis el mundo entero está loco.
  • Conducir una de las etapas más críticas del proceso, y llevarme la satisfacción que tres días antes de irme la ley que impulsamos se aprobó en el congreso nacional en un período de distracciones electorales.
  • Encontrar amigos aun en aquellas personas a quienes ofendí más de una vez…

Enumeraría más, pero no haré más que repetir lo que ellos… ya saben, aunque en tercera persona evidenciada.

…para donde voy.

Hace 10 años fui parte de una literal geofumada, en la que descubrí que no hay nada mejor que hacer lo que nos gusta; en tanto dura la inspiración.  Yo ni siquiera era parte de ese proceso, solo el conejillo de indias que usaban para probar si era posible sacarle brillo a alguien común y corriente; aunque para eso debieran mandarme a un curso de Dale Carnegie, sacarme una visa americana de 30 días, entregarme unos zapatos más grandes que mis pies, convencerme que podía hacer cosas bien no por ser brillante sino por el equilibrio entre la disciplina y la estupidez.

La experiencia fue única; fruto de eso nos equivocamos juntos varias veces, pero también sentimos el escalofrío que produce ganar por primera vez un premio para el país que casi nos vio nacer.  Casi como cuando Honduras le ganó a México en el Azteca.   Fue grato un día estar frente a un resto de fumados de todo el mundo, diciéndoles cómo hacíamos con pasión lo que podíamos, pero con la concepción de algo que estaba fuera de su tiempo con la tecnología de aquellos años.  Que en la FIG de Checoslovaquia un tipo que bocetaba en abstracto el Modelo LADM dijera… Děvky ty jsi kdo, kurva Hondurasu?

No aprendimos nada nuevo, solo aprendimos que la rueda ya está inventada.  Que no hay que cambiarla, que la separación en el eje del carruaje es justo la medida que permitía a los dos caballos que lo halan no rozarse el culo y que por eso ahora los autos tienen esa medida.  Pero también aprendimos que justo ese ancho lo tiene los rieles del tren… sin que exista una justificación porque ese armatoste nunca será arrastrado por caballos.

Fruto de esa experiencia sigo conociendo gente brillante en muchas partes.  Tan ingeniosos pero sencillos y francos; de ellos aprendí que los títulos nobiliarios de las capas académicas son importantes solo en un par de países de Latinoamérica; que se ven bien en la firma del correo electrónico pero sobran en el contexto de lo obvio.  Me enseñaron a ser arrogante en media frase para conservar el buen humor, pero ser cursi en la firma para recordarme que la autoestima comienza como la transformada de Laplace.

…sigan allí

Las circunstancias de la vida me llevaron a hundirme en las tripas de los catastros municipales, para entender qué quiere la gente allí abajo y porqué nunca desde el frontdesk fue posible meterlos a hacer mantenimiento catastral en el sistema nacional.

Era tan obvio, pero fue necesario estar allí para comprobarlo.  Porque el catastro multifinalitario no consiste en la cantidad de datos que tiene, sino la capacidad para beneficiar a las personas comunes y corrientes.  El municipio no gana nada con hacer catastro, apenas es un gasto; su negocio casi siempre es cobrar impuestos y para eso podría no hacer catastro; así la ganancia sería mayor.  Su negocio no es hacer planes de ordenamiento territorial, eso es carísimo, pero necesita hacer que las personas vivan mejor; para lo que mapas pintados en un pdf no son suficientes.

Así que lo que hicimos fue lo obvio.  Hacer que el catastro funcione con estudiantes recién graduados del bachillerato, con la precisión que el negocio necesitaba para que los alcaldes amaran su costo.  Convencer a los regidores que por cada dólar invertido en catastro podrían devolverle 6 en beneficios a la población.  Convencernos nosotros mismos que los municipios ni siquiera nos necesitaban como expertos, sino como aprendices de las cosas más elementales, pero que podríamos a partir de eso construir un modelo que llegó a incidir en las políticas públicas de un país.

De modo que sigan allí, donde se les ocupa.  Porque lo ganancioso de mi aporte para ustedes no es lo técnico, como aquel curso de AutoCAD aquella semana en Intibucá; entenderán que esa jornada era para estar cerca de todos por última vez; por demostrar que no sabíamos cómo hacer layouts en Microstation, pero que era posible parir la manera pensando en voz alta.  Mi aporte nunca fue para resolverles sus problemas o dar la bendición a quién contratar o rechazar; el ejercicio apenas nos llevó a demostrar que la inspiración es suficiente para encontrar talento y fruto de los territorios más áridos.

Sigan allí porque el Che en Facebook tiene razón: este continente no ocupa libertadores, sino personas que sean capaces de liberarse a sí mismos.  Sigan allí porque la disciplina en las cosas sencillas hará que tengan algo que mostrar.  Inviertan tiempo en complementar sus deficiencias, su mala ortografía, su carrera universitaria inconclusa, su poca pasión por leer, por investigar,

y sobre todo por escribir; porque eso no es un gusto por sobresalir, más bien es una herramienta para ordenar ideas.  Lo obvio no ocupa ordenarse; pero nuestras ideas si deben encadenarse de manera sistemática y plasmarse en garabatos de un pizarrón, en artículos de un blog, en manuales de capacitación, en sistematización de buenas prácticas, en conceptualización de procesos…

Si por diseñar una ficha catastral en una hoja Excel y distribuirla de forma libre los llaman; si por actualizar un método de avalúo los contratan para facilitar un taller; si un día por escribir en un blog, los llaman de Holanda para moderar una mesa de expertos en modelos BIM… me cuentan porque eso me hará feliz.  Pero cada cosa háganla con pasión, desde pinchar un punto en una ortofoto hasta trazar un inmueble en el tercer piso de un condominio: porque mientras lo hagan inspirados, transmitirán a otros esa pasión.

Y si un día sienten que hay una geofumada que los atrae más de lo que están haciendo, entonces tómenla.  Porque el sub-rendimiento no es señal de estar bloqueado, es la sugerencia de concentrar el olfato en algo que está allí, intentando recordarnos que no hay nada mejor que estar inspirados.

…no me fui.  Solo regresé a la mesa de la inspiración.

 

Gracias por reenviarla a los 16 que parecen estar en esta dedicatoria.

 

Con afecto

G!

geofumadas: Editor de Geofumadas
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